El Día internacional de la preservación de la capa de ozono, que se celebra cada 16 de septiembre, es la oportunidad perfecta para reconocer a uno de los mejores aliados en esta lucha: la energía eólica.
La eólica no contamina y frena el agotamiento de combustibles fósiles, contribuyendo a disminuir el daño provocado a ese preciado escudo que protege la vida en la Tierra. Tan solo en 2020, la energía generada gracias al viento evitó la emisión de 29 millones de toneladas de gases de efecto invernadero y evitó la importación de 10,6 millones de toneladas equivalentes de petróleo (TEP).
¿Qué es la capa de ozono?
La capa de ozono es una delgada capa de gas que se encuentra en la atmósfera de la Tierra y que protege al planeta. Este escudo absorbe una parte de los rayos ultravioleta (UV) provenientes del Sol y ayuda a preservar toda la vida en el planeta.
¿Qué ocurrió con la capa de ozono?
En mayo de 1985 tres científicos británicos descubrieron que la capa de ozono tenía un agujero. Estos investigadores concluyeron con evidencia irrefutable que el escudo natural de la Tierra no es inmune a las actividades humanas nocivas.
Se comprobó que una serie de gases de efecto invernadero creados por el hombre, denominados ahora como sustancias que agotan la capa de ozono (SAO), dañaban una de las protecciones más necesarias para la vida en la Tierra.
Soluciones: Protocolo de Montreal
El hallazgo llevó a que industrias, gobiernos y comunidades científicas acordaran tomar medidas. Fue en ese momento cuando nacieron los cimientos del consenso en el hoy ya reconocido Protocolo de Montreal.
Entre las muchas medidas contenidas en este plan, destaca la intención para frenar o disminuir la emisión de más de 100 químicos a la atmósfera. Además de tomar medidas para la paulatina reducción de gases emitidos durante la quema de hidrocarburos.
Es en este último punto en el que la energía eólica juega un papel primordial: generar una energía limpia y prescindir al 100% de la emisión de CO2.
La energía eólica al rescate de la capa de ozono
El viento como fuente inagotable de energía es sostenible y protege los recursos naturales, pero ¿cómo es que protege a la capa de ozono?
No hay emisiones directas de sustancias que degradan la capa de ozono: la energía eólica no libera sustancias químicas nocivas como los clorofluorocarbonos (CFC), los hidroclorofluorocarbonos (HCFC) o los halones, que se sabe que dañan el escudo protector de la Tierra. Estas sustancias, presentes en refrigerantes y aerosoles, descomponen las moléculas de ozono en la estratosfera, pero la energía eólica no produce esos subproductos.
Reducción del uso de combustibles fósiles: la energía eólica elimina la necesidad de electricidad generada mediante la quema de combustibles fósiles, que liberan no solo gases de efecto invernadero sino también óxidos de nitrógeno (NOx). Los NOx pueden provocar la formación de ozono a nivel del suelo (un contaminante), y su reducción ayuda indirectamente a limitar las acciones que podrían afectar la química atmosférica, incluida la capa de ozono.
Prevención de la lluvia ácida y la contaminación del aire: La combustión de combustibles fósiles libera dióxido de azufre (SO2) y NOx, que contribuyen a la lluvia ácida. La energía eólica reduce la dependencia de estas fuentes de energía contaminantes. La lluvia ácida acelera la liberación de compuestos orgánicos volátiles (COV) y óxidos de nitrógeno a la atmósfera, que, a su vez, contribuyen al desgaste de la capa de ozono.
Un plan exitoso
Desde la implementación del Protocolo de Montreal se ha logrado una notable recuperación de la capa de ozono en la estratosfera superior y disminuir la exposición humana a los rayos ultravioleta (UV).
Si se mantienen las políticas actuales, como la proliferación de energías como la eólica se espera que la capa de ozono se recupere a los valores de 1980, antes de la aparición del agujero de ozono. Las fechas proyectadas para la recuperación se proyectan para alrededor de 2066 en la Antártida, en 2045 en el Ártico y en el resto del mundo para el año 2040.