El reciente apagón que afectó a la península ibérica el 28 de abril de 2025 volvió a subrayar la necesidad de reforzar la infraestructura energética para lograr una transición efectiva hacia fuentes renovables. Alfredo Gutiérrez, responsable de Comunicación de Ciudadenergía (organización adherida a Vientos de Futuro) nos explica la importancia de potenciar el almacenamiento para sacarle el máximo rendimiento a las energías renovables.
Aunque se trató de un evento aislado, puso de manifiesto la vulnerabilidad de una red eléctrica cada vez más dependiente de tecnologías intermitentes como la solar o la eólica. La intermitencia de estas fuentes es uno de los factores —quizás el más importante— que consolida al almacenamiento energético como un pilar clave para garantizar que nuestro sistema eléctrico sea no solo eficiente y sostenible, sino también seguro y autónomo.
Si queremos un Planeta Tierra con futuro, es inevitable evolucionar hacia un modelo energético descarbonizado y limpio. Estamos alcanzando niveles históricos de generación de energía solar y eólica, pero no debemos olvidar que su principal limitación es precisamente su intermitencia: el sol no siempre brilla y el viento no siempre sopla.
¿Qué ocurre entonces cuando se genera más energía de la que se necesita o, por el contrario, cuando no hay suficiente generación para cubrir la demanda? La respuesta está en los sistemas de almacenamiento energético.
Desde una pila básica para uso doméstico hasta un sistema BESS (Battery Energy Storage System) a gran escala, estas tecnologías permiten recoger el excedente energético para utilizarlo en momentos de escasez, cuando la generación no cubre la demanda, o en situaciones donde es esencial contar con suministro autónomo.
Actualmente, las baterías de ion-litio dominan el mercado gracias a su alta densidad energética y rápida capacidad de respuesta. Al mismo tiempo, se están investigando alternativas como las baterías de flujo, de sodio o de estado sólido, que prometen avances en durabilidad, seguridad y sostenibilidad. Por su parte, tecnologías más tradicionales como las baterías de plomo siguen siendo opciones fiables en aplicaciones específicas y complementan el conjunto del almacenamiento.
Los sistemas BESS están diseñados para responder a las necesidades actuales de la red eléctrica: estabilizan la frecuencia, evitan cortes de suministro, facilitan el autoconsumo y actúan como respaldo ante picos de demanda.
Retos del almacenamiento energético
En mi opinión, y tras consultar con varios expertos, destaco tres grandes líneas de trabajo:
1. Impulsar la I+D+i. Es fundamental seguir avanzando en la eficiencia, durabilidad y sostenibilidad de las baterías y sistemas de almacenamiento. La investigación y la innovación desempeñan un papel esencial en el desarrollo de soluciones más limpias, seguras y accesibles que aceleren la transición energética y garanticen un uso óptimo de los recursos renovables.
2. Fomentar la producción nacional y reforzar la soberanía energética. El almacenamiento energético es estratégico. No basta con importar tecnología: debemos desarrollarla y fabricarla también en España. En un contexto marcado por la escasez de materias primas para la fabricación de baterías y la inestabilidad geopolítica, resulta esencial avanzar hacia una producción nacional fuerte, junto con una logística eficiente y sostenible. Esto permitirá reducir la dependencia exterior, ganar autonomía energética e impulsar el empleo industrial cualificado.
3. Acelerar la colaboración público-privada. El apagón y la situación internacional vuelven a poner el foco en la importancia de la I+D+i y la soberanía energética. En esta línea, el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO) contempla, en su ‘Estrategia de Almacenamiento Energético’, la necesidad de fortalecer una cadena de valor nacional. Ya se han activado líneas de financiación e incentivos para apoyar proyectos de investigación y despliegue tecnológico. Queda mucho por hacer, pero vamos por el buen camino.
El almacenamiento energético es la bisagra que conecta la generación renovable, el consumo inteligente y la estabilidad del sistema eléctrico. Es una de las claves para electrificar nuestras ciudades, impulsar la movilidad sostenible, digitalizar la industria y lograr una economía sin emisiones.
Por eso es tan importante seguir invirtiendo en investigación y formación, fomentar la colaboración público-privada e impulsar una industria nacional sólida en almacenamiento energético. Sin almacenamiento, no hay transición energética posible.
Autor: Alfredo Gutiérrez, responsable de comunicación de Ciudadenergía